Empleo, trabajo y coronavirus
Aislarse es un lujo, porque cuidarse siempre ha sido un lujo en nuestras sociedades.
Alma Espino
Uno de los primeros y grandes impactos de la pandemia provocada por el
coronavirus y de las medidas preventivas para evitar su propagación ha sido
mostrar con enorme nitidez las desigualdades sociales y económicas, la pobreza,
el deterioro de las políticas públicas de salud o su carencia y el conjunto de
desafíos que tenemos por delante.
Respecto a las medidas de prevención de la pandemia existe cierto
consenso en que el distanciamiento social, la cuarentena, incluso la de
carácter obligatoria, serían algunas de las más efectivas. El “hashtag” quédateencasa opera como las palabras
mágicas a las que todas las personas podemos apelar y debemos obedecer, para no
enfermar o morir. Pero, ¿el conurbano de Buenos Aires puede hacer cuarentena?
Las ollas populares en Uruguay cumplen con alimentar en forma solidaria a
quienes lo necesitan, pero se rompen varias, sino todas, las normas de seguridad
sanitarias. ¿Quién puede hacer
cuarentena? ¿Quién puede quedarse en su casa como nos dicen todos los canales
de TV en América latina? ¿Quién podía imaginar que el 40% de pobres en
Argentina no daría especificidad a la problemática, que el sector de informales
característico de las grandes ciudades de América Latina no estaría entre los más perjudicados?
En los ámbitos nacionales, tomar estas medidas supone definir
previamente, quién se puede quedar en casa -lo cual implica definir cuáles son
los puestos de trabajo imprescindibles para el funcionamiento de la sociedad y
en la medida de lo posible la economía-; cuáles serían los empleos que se
pueden desempeñar desde los hogares, pero, y de manera muy importante, cuál es
la situación de la protección y la seguridad social en el país que pueda
soportar, sostener estas medidas.
El COVID-19 y todo lo
que lo rodea, ya tiene efectos sobre la economía mundial y la de cada uno de
los países, con consecuencias graves en el corto y el largo plazo tanto en la
oferta como en la demanda a nivel agregado y sectorial. Esto quiere decir, que estamos frente a un
proceso de quiebras de empresas, de reducción de la inversión privada, menor
crecimiento económico, menor integración en cadenas de valor, deterioro de las
capacidades productivas y del capital humano, mayor desempleo, menores salarios
e ingresos y en consecuencia, es lógico estimar que la pobreza y la pobreza
extrema irán en aumento.
La intensidad y profundidad de los impactos generados por estos hechos
dependerán de las condiciones internas de cada economía, de la evolución del
comercio mundial, la duración de la epidemia y las medidas sociales y
económicas para prevenir el contagio. En principio, los organismos
internacionales ya están revisando a la baja la tasa de crecimiento de la
economía mundial. El volumen del comercio internacional que en 2019 había caído
un 0,4% en el caso del intercambio de bienes[1], seguramente se contraerá nuevamente. Y esta contracción tendrá un
efecto sobre las cadenas globales de valor acrecentando la tendencia que se
venía observando, al acortamiento de estas cadenas[2], lo
que repercutirá fuertemente en el nivel de empleos y salarios. Por tanto, aunque
la problemática es planetaria, las decisiones de política tanto en el plano
económico como sanitario estarán inevitablemente ligadas a las condiciones de
cada economía y cultura. Así mismo, en qué condiciones, en qué plazo y cuál
será la nueva configuración de nuestras sociedades también dependerá de las condiciones
previas, estructurales de cada uno de nuestros países.
Si bien, todo el mercado laboral se verá y se está viendo afectado, tanto
en los países de nuestra región como en el resto del mundo, hay diferencias
según sectores y tipo de relaciones laborales. Pero en países de América Latina
donde conviven pasado y presente, bolsones de modernidad y grandes sectores que
no pertenecen al mercado laboral asalariado de los libros de texto, que no
cuentan con protección social, subsidio por desempleo, por enfermedad o son
absolutamente insuficientes para superar largos períodos de inactividad.
El desempleo y el subempleo están aumentando,
tendencias que se intensificarán, se reduce la calidad del trabajo (disminución
de salarios y menor acceso a la protección social). La pérdida de ingresos
laborales se está traduciendo un menor consumo de bienes y servicios, pudiendo llevar
a una parte de la población a situaciones de pobreza.[3] La crisis tendrá mayores impactos en ciertos segmentos
más vulnerables como el de los trabajadores desprotegidos y migrantes, con los
consiguientes aumentos en la desigualdad (OIT 2020).
En particular, el empleo femenino se verá fuertemente perjudicado en los
puestos de trabajos asociados al comercio exterior, particularmente en aquellos
eslabones de mayor precariedad de las cadenas globales de valor que es en los
que suelen ubicarse las mujeres. Pero a ello se agrega, la caída de la
actividad -tanto por el distanciamiento social como por el cierre de fronteras-
en los sectores que tendieron a perjudicarse en primer lugar por estas medidas,
tales como los servicios, el comercio y el turismo en los que están
sobrerrepresentadas las trabajadoras mujeres.
Por su parte, la segregación laboral determina una alta participación
laboral femenina en el sector de la salud[4], por
lo cual el aumento de demanda en los sistemas de salud que ha dado lugar a extensas
jornadas laborales, al riesgo de estar más expuesto al contagio del virus
afectará especialmente a un gran grupo de trabajadoras. A su vez, las mujeres
que trabajan en este sector continúan teniendo a su cargo a personas
dependientes o que necesitan cuidados en sus hogares, todo lo cual aumenta sus
sobrecargas de trabajo y estrés.
La crisis sanitaria y económica que atravesamos está acelerando algunos
cambios estructurales relacionados con la llamada Revolución 4.0 (vinculada a
la automatización de las tareas y el uso de inteligencia artificial en el campo
productivo-laboral), y extendiendo sus impactos a otros ámbitos. El
distanciamiento social y la cuarentena han impulsado el aumento de consumidores
por internet, incluso por parte de quienes nunca había utilizado este tipo de
mecanismos; el aislamiento, lleva a que la comunicación y el intercambio
aumente a través de las redes sociales.
También actividades de entretenimiento aumentaron el uso de internet -el
consumo de Netflix y Prime Video se duplicó- y buena parte de la enseñanza se
brinda mediante sesiones virtuales organizadas por Zoom (Illouz 2020).
Finalmente, la
cuarentena o confinamiento o distanciamiento social han cuestionado dos
aspectos cruciales de la vida en sociedad tal como la conocíamos hasta fines de
2019. Estos están relativamente relacionados con la revolución tecnológica que
atravesamos y el futuro del trabajo, y con algunas de las preguntas se nos
hemos venido haciendo en los últimos años. Todos los estudios o investigaciones
parten de algunas interrogantes tales como: ¿habrá trabajo para todos y todas
quienes quieran o necesiten trabajar? ¿Qué tipo de trabajos y en qué
condiciones? ¿Cambiarán las relaciones laborales como las conocemos? El
“futuro” del trabajo de pronto como si ingresáramos en una película de ficción
es presente.
El teletrabajo,
los trabajos en plataformas digitales, pero en general, todas las actividades
que puedan deslocalizarse del lugar de trabajo colectivo y fijo, tendencia que
venía avanzando, ya se ve que podría prevalecer en más sectores de producción y
servicios, y regiones. Las empresas y los países que dispongan de mayor avance
tecnológico podrán aumentar sus ventajas en relación con las empresas y países
que se hallen atrasadas, en particular las MIPYME (CEPAL 2020b).
La preocupación
por empleo para todos que se justifica porque es la principal fuente de
ingresos y por lo tanto, la forma de asegurarse al menos parte de la
sobrevivencia en la sociedad capitalista, también está relacionada con un
paradigma de la cultura dominante. Esta se traduce en que el trabajo remunerado
es el eje que estructura la vida de los seres humanos. Nosotras pensamos que
para las mujeres como colectivo, esto no es ni ha sido precisamente así. Las
mujeres hemos estructurado nuestra vida, nuestros horarios, nuestras
trayectorias, nuestros deseos en función principalmente de las tareas
domésticas y de cuidados en nuestros hogares y la comunidad más próxima, así
como respondiendo a todo aquello que la cultura patriarcal espera de nosotras.
A todo ello, hemos sumado las tareas remuneradas, casi como advenedizas, en un
mercado laboral pensado y organizado por y para los hombres. Por lo tanto, siempre en medio de la tensión
entre familia y empleo, entre familia y mercado, entre la culpa y los objetivos
y deseos personales.
¿Los nuevos
trabajos/empleos serán para todos? La experiencia que estamos pasando podría
resultar en que las dificultades para emplear mano de obra debido a las
restricciones sanitarias podrían fomentar la inversión en automatización y
robótica[5],
en que los trabajadores de plataforma que cumplen con servicios de entrega de
productos (“delivery”), normalmente jóvenes, sin protección social, migrantes, (“que
molestan y perturban con sus motos y bicicletas al “normal tráfico de autos””) hoy
son imprescindibles …. Pero también que un conjunto de trabajos y
principalmente aquellos ligados a los cuidados siguen siendo cosa de seres
humanos.
¿Permitirán conciliar los tiempos de la vida y del
mercado? ¿Los cambios en el mundo del trabajo remunerado
facilitarán la corresponsabilidad en el trabajo no remunerado entre varones y
mujeres? Las mujeres durante este período y debido
a las medidas de prevención de forma remunerada o no remunerada absorben la
mayor carga de cuidados. En los hogares debido a la organización social de los
cuidados las mujeres dedican diariamente el triple del tiempo al trabajo
doméstico y de cuidados no remunerados en comparación con el que dedican los hombres
a las mismas tareas, y son básicamente las responsables por el cuidados de
niños y niñas[6]. Por tanto, lo que resulta de todo esto es la sobrecarga
de tiempo de las mujeres, lo cual se agrava en hogares de menores ingresos
donde las demandas de cuidados son mayores, al tener más dependientes por
hogar.
Para seguir conversando y estudiando
·
El tamaño
de la crisis sanitaria y sus consecuencias no está al margen de las
características de las sociedades que hemos ido construyendo.
·
La crisis
sanitaria resalta la injusta organización social de los cuidados en la región, tradicionalmente
considerada una externalidad y no un componente fundamental para el desarrollo
(CEPAL 2020b).
·
La
necesidad de la intervención pública de los cuidados, de comprender que la vida
humana importa y que los cuidados tanto cómo y cuánto se reciben y se brindan
tienen sesgo de clase y de género.
Referencias
OIT (2020), “Covid-19 y el mundo del trabajo:
repercusiones y
respuestas”https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/--
-dcomm/documents/briefingnote/wcms_739158.pdf.
Illouz, E. (2020) El coronavirus y la insoportable levedad del capitalismo.
https://nuso.org/articulo/coronavirus-capitalismo-emociones-illouz/?utm_source=email&utm_medium=email
CEPAL (2020b) La
pandemia del COVID-19 profundiza la crisis de los cuidados en América Latina y
el Caribe. https://www.cepal.org/es/publicaciones/45335-la-pandemia-covid-19-profundiza-la-crisis-cuidados-america-latina-caribe
CEPAL (2020ª) América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19. Efectos económicos y sociales. Informe Especial
COVID-19. N°1.
[1] Debido a la progresiva
acumulación de barreras comerciales desde principios de 2018 (principalmente
entre los Estados Unidos y China). Página 4, CEPAL 2020a
[2] La crisis económica de
2008-2009 produjo la fusión o el acortamiento de varias cadenas de valor (es
decir, se redujo la segmentación de la cadena de valor e incluso se excluyó a
algunos países de ella). https://www.wto.org/spanish/res_s/booksp_s/aid4trade13_chap3_s.pdf
[3] En 2019 el crecimiento promedio fue apenas 0,1% y estimándose para 2020
un magro 1,3%. El desempleo de 8,1% en 2019 pasaría a 8,4% en 2020. https://www.ilo.org/americas/oficina-regional/direcci%C3%B3n-regional/WCMS_740031/lang--es/index.htm
[4] Según datos de
CEPAL (2020b) las mujeres representan el 72,8% del total de personas ocupadas
en el sector de la salud.
[5] Algunas empresas de alta
tecnología ya han aumentado el uso de herramientas de inteligencia artificial
para enfrentar la falta de trabajadores por las cuarentenas (CEPAL 2020ª)
[6] Al 23 de marzo de 2020,
alrededor de 154 millones de niños, niñas y adolescentes se encontraban
temporalmente fuera de las escuelas cerradas a causa del COVID-19. CEPAL 2020b
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